BOLETÍN DIGITAL No. 522 SE RETIRÓ A EGIPTO (Mt 2,14)

SE RETIRÓ A EGIPTO (Mt 2,14)

‒ 18 de diciembre: Día Mundial del Migrante ‒

El número migrantes no deja de aumentar. Entre las causas principales están la pobreza y la necesidad de empleo, además, la violencia criminal, la inseguridad, los cárteles que asesinan o reclutan, la inestabilidad política, la persecución de regímenes totalitarios, las restricciones a las libertades fundamentales y la guerra. Todo esto se complicará cuando el cambio climático ocasionará que para 2050 haya 216 millones de desplazados, según pronósticos.

En cuanto a los riesgos que se asumen en el camino, según datos oficiales, en la frontera de México y EU han muerto mil 666 migrantes en los últimos años con una tendencia en ascenso: 247 en 2020; 566 en 2021; y 853 en 2022. Se pasó de un promedio de dos víctimas cada tres días en 2020 a dos fallecimientos por día en este año que finaliza. ¿A dónde nos lleva todo esto? ¿Habrá algún límite? ¿Nos duele lo suficiente para evitar esta tragedia?

Construir el futuro con los migrantes es el desafío que implica “reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación”. Así lo presenta la visión profética de Isaías, en la que los extranjeros no figuran como invasores, sino como trabajadores de la Jerusalén abierta a todos los pueblos: “Levántate y resplandece Jerusalén. Caminarán los pueblos a ti y los reyes, al resplandor de tu aurora” (Is 60,1.3).

Es más, la llegada de los extranjeros se presenta como fuente de enriquecimiento: “Vendrán a ti los tesoros del mar, te traerán las riquezas de los pueblos” (Is 60,5). Se descubre que “la aportación de los migrantes ha sido fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades. Su trabajo, sacrificio, juventud y entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen” (Papa Francisco, 108 Jornada Mundial del Migrante 2022). 

Los migrantes son el pueblo olvidado. Habría que impulsar una revolución profunda en la responsabilidad de los países expulsores y receptores de migrantes. Ni los países de origen pueden limitarse a demandar mejor trato para los suyos, ni los de destino pueden culpar a los expulsores de sus propias acciones. Navidad es también la fiesta del Migrante por excelencia: “José tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto” (Mt 2,14).  

P. Florentino Lucas Valdez.                                                                                                                    Párroco.                                                                                       


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