BOLETÍN DIGITAL No. 515 EL ALMA PERDIDA DE LOS MEXICANOS

EL ALMA PERDIDA DE LOS MEXICANOS

‒ Día de Muertos ‒

El Día de Muertos es una de las tradiciones mexicanas más conocidas en el mundo, una celebración ancestral que simboliza el encuentro entre los vivos y los difuntos, en un ambiente de fiesta, gozo y música. Por eso, las familias mexicanas construyen altares como signo del mestizaje de las religiones prehispánicas con la religión católica.

Esta fiesta, que se celebra el 2 de noviembre, es también llamada el Día de los fieles Difuntos, porque se reza para que todos ellos alcancen la gloria celestial. Desde su inicio, la Iglesia honró la memoria de los difuntos y ofreció oraciones en su favor, de manera especial, la misa o la eucaristía, para que una vez purificados, puedan ver a Dios, “cara a cara” (I Cor 13,12).

Nos hace pensar en los tres estados de la Iglesia: “Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es: Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él” (Catic n° 954). 

Se trata de entrar en comunión con los difuntos: “La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; ‘pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados’ (2 Mac 12, 46). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor” (n° 958).

La muerte acecha a muchos mexicanos. La sangre se derrama constantemente en nuestros pueblos. Que esta fiesta no sea un disfraz y ocultemos nuestros problemas haciéndolos distractores. Que las calles se llenen de cempasúchil y quizás el alma de nuestra sociedad mexicana pueda volver a nosotros y seamos un pueblo que ame y respete la vida.

P. Florentino Lucas Valdez.                                                                                                                    Párroco.                                                                                       


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