BOLETÍN DIGITAL No. 511 “ME LLAMARÁN DICHOSA TODAS LAS GENERACIONES” (Lc 1, 48)
“ME LLAMARÁN DICHOSA TODAS LAS GENERACIONES” (Lc 1, 48)
‒ Octubre, mes del Rosario ‒
Aún recuerdo el primer contacto que tuve con el Rosario, fue gracias a la buena costumbre que mi abuela tiene de rezar a los difuntos, y eso fue lo que me inculcó. En nuestra comunidad parroquial, todas las pastorales hemos iniciado ya la meditación del Santo Rosario y así se hará durante todo octubre, mes en el que se dedica a la Virgen del Rosario, especialmente el 7 de octubre, cuando celebramos su memoria en nuestra liturgia.
“Me llamarán dichosa todas las generaciones” (Lc 1, 48): “La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano. La Santísima Virgen es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de Madre de Dios, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades” (Catic 971).
Sin embargo, “este culto, aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente; encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y en la oración mariana, como el Santo Rosario, síntesis de todo el Evangelio” (Ibid.). ¿Qué significa que sea síntesis del Evangelio?
El Rosario es un resumen de los evangelios pues, “tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión (misterios de dolor) y el triunfo de la Resurrección (misterios de gloria), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de luz)” (Juan Pablo II, El Rosario de la Virgen María n° 19).
De tal manera que la meditación del Santo Rosario nos introduzca en “la profundidad del Corazón de Cristo, abismo de gozo y de luz, de dolor y de gloria” (Ibid.). Contemplemos juntos el rostro de Cristo con el corazón de María. Redescubramos la belleza de rezar el Rosario, juntos o de manera personal, el secreto es hacerlo con sencillez. Digamos una de las invocaciones más antiguas a la Santa Madre de Dios: “Bajo tu amparo nos acogemos…”.
Alondra Lizeth Sosa Hernández,
Integrante de la Pastoral de la Comunicación.
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