BOLETÍN DIGITAL No. 507 “BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE” (Lc 1,42)
“BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE” (Lc 1,42)
‒ El nacimiento de la Virgen María ‒
Tener la experiencia de ver nacer a un hijo, provoca lágrimas de alegría y ensancha el corazón de esperanza porque se tiene la razón del por qué luchar en la vida, pero, a la vez, se siente el miedo ante la gran responsabilidad de lo que significa ser padre. Pues bien, en la Iglesia católica solo recordamos tres nacimientos: la de Jesús, nuestro Salvador; la de Juan el Bautista y la de la siempre Virgen María.
¿Se imaginan lo que lograron sentir San Joaquín y Santa Ana con el nacimiento de su hija, María? La Iglesia propone recordar el nacimiento de la Virgen cada 8 de septiembre, nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Madre del Hijo de Dios, en el cual también fijamos nuestra mirada esperanzadora en el Salvador.
Efectivamente, de la Virgen María salió “el Sol de que nace de lo alto” (Lc 1, 78), Cristo, nuestro Dios. Esta festividad mariana es toda ella una invitación a la alegría, porque Dios daba al mundo la garantía de que la salvación estaba ya cerca, esa humanidad que, desde siglos, en forma más o menos consciente, había esperado alguien que la pudiera liberar del dolor, del mal, de la angustia, de la desesperación.
El resumen de todos los beneficios que Cristo nos ha hecho está en su anonadamiento, encarnación y la divinización del hombre. Era necesario que esto fuera precedido de algún hecho para recibir con gozo el gran don de la salvación. Este es el significado de la fiesta que hoy celebramos, ya que el nacimiento de la Madre de Dios es la preparación de todo este cúmulo de bienes. La Virgen María nace, “es luego amamantada y se va desarrollando; y es preparada para ser la Madre de Dios, rey de todos los siglos” (San Andrés de Creta).
Con el nacimiento María “ha sido construido el santuario creado del Creador de todas las cosas, y la creación, de un modo nuevo y más digno, queda dispuesta para hospedar en sí al supremo Hacedor” (Ibid.). A la Virgen María, Madre de Dios, la entendemos en el misterio de Cristo y de la Iglesia, pues hay una íntima conexión entre los misterios de la fe cristiana. Digámosle: “bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42). ¡Feliz cumpleaños, Virgen María!
Javier Guillermo Pérez,
Integrante de la Pastoral de la Comunicación.
Comentarios
Publicar un comentario