BOLETÍN DIGITAL No. 488 LA MANO QUE LEVANTA

LA  MANO  QUE  LEVANTA

‒ Domingo de la Divina Misericordia ‒

Apenas hemos vivido la Semana Santa en la que hemos acompañado a Jesús en su amor doliente, un amor que nos salva y empuja a comprometernos en medio de los desafíos que vivimos tales como la corrupción, la inseguridad y la violencia que no respeta la dignidad de nadie y que se enfurece contra las mujeres, la inflación que afecta la economía familiar acompañada del desempleo que empobrece a nuestros pueblos. 

Seguimos celebrando la Pascua, el paso de Dios en nuestra historia, hoy con el Domingo de la Divina Misericordia, una fiesta que fue iniciada en el 2000 para hacer memoria que Jesús, el Resucitado, es fuente de misericordia. En el contexto de la canonización de Santa Faustina, San Juan Pablo II dijo que “es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de ‘Domingo de la Divina Misericordia’” (Homilía, 30/04/2000).

Precisamente, en el Evangelio de hoy, Tomás al ver a Jesús resucitado expresa: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 28). Tomás resucita en el momento en que su humanidad frágil entra en la de Jesús, se disipan las dudas. En los desafíos que enfrentamos, también nosotros nos reconocemos frágiles. Necesitamos al Resucitado que ve en nosotros una belleza perdurable. Con Él descubrimos que somos valiosos, como cristales hermosísimos, pero frágiles.

Este es el motivo para alegrarse: “alégrense, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas” (I Pe 1,6). De tal manera que “en la vida avanzamos a tientas, como un niño que empieza a caminar y se cae una y otra vez, y el papá lo levanta de nuevo. La mano que siempre nos levanta es la misericordia. Dios sabe que sin misericordia nos quedamos tirados en el suelo, que para caminar necesitamos que vuelvan a ponernos en pie” (Papa Francisco, homilía II domingo de Pascua, 19/04/2020). 

Si el Resucitado es rico en misericordia, enfoquemos las miradas en las personas que padecen hambre, enfermedades, tristezas y soledad, para extender nuestras manos misericordiosas.

Javier Guillermo Pérez, Integrante de la Pastoral de la Comunicación.

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