BOLETÍN DIGITAL No. 477 “SEAN MISERICORDIOSOS ASÍ COMO EL PADRE DE USTEDES ES MISERICORDIOSO” (Lc 6,36)
“SEAN MISERICORDIOSOS ASÍ COMO EL PADRE DE USTEDES ES MISERICORDIOSO” (Lc 6,36)
--XXX Jornada Mundial del Enfermo--
La ciencia sorprende, avanza a pasos agigantados, vemos con esperanza cómo es que se van descubriendo alternativas médicas que mejoran la calidad de vida en personas que padecen una enfermedad. Estos avances incluyen también la cura de ciertos padecimientos. Sin embargo, hay muchos otros que siguen causando dolor, tristeza, desesperanza y muerte. No solo quién padece una enfermedad grave sufre, sino también la familia o quien lo acompaña.
¿Qué se necesita cuando estamos viviendo algo así? Sin duda reencontrarnos con Dios, rico en misericordia. Este 11 de febrero, celebramos la XXX Jornada Mundial del Enfermo. En su mensaje “Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6,36), el Papa Francisco reconoce la labor de todo el personal sanitario, les recuerda la dignidad de su profesión y bendice al Señor por los progresos de la ciencia médica.
El Papa nos invita también a recordar los encuentros de Jesús con personas que padecían diversas enfermedades. Su actuar nos revela que “la misericordia es el nombre de Dios por excelencia”. Este Dios nos cuida con la fuerza de un padre y la ternura de una madre. “Por eso no nos desanimamos, aunque nuestro cuerpo se va gastando, nuestro espíritu va contando más fuerza” (Cor 4,16). Hay que cuidar el cuerpo y la salud emocional y espiritual.
Esta salud emocional que necesitamos en nuestra vida la obtenemos a través de la comunión e intimidad con Dios. Ahí logramos una sanidad completa, así seamos vulnerables en la salud física. El Papa Francisco nos pide no olvidar que Jesús mira con ternura a la humanidad herida. Nosotros que nos mantenemos con una buena salud, debemos cuidar y consolar a los que sufren, pues “el enfermo es siempre más importante que su propia enfermedad”.
Tal vez no podamos ofrecerles la salud a los enfermos, pero sí nuestro cuidado y compañía, que los llena emocionalmente no solo a ellos, sino también a nosotros, quienes recibimos esa alegría que nos da la satisfacción de darles un poco de consuelo. Pidamos por los que viven solos su enfermedad, por los que emocionalmente no están bien y en silencio sufren. Se los encomendamos a la Virgen de Lourdes, para que unidos a Cristo, encuentren sentido al dolor.
Claudia Elizabeth Pérez de la Cruz, Coordinadora de la Pastoral de la Comunicación.
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