BOLETÍN DIGITAL No. 466 VIVIR EL MISTERIO DE JESÚS EN NUESTRA HISTORIA
VIVIR EL MISTERIO DE JESÚS EN NUESTRA HISTORIA
-- El fin del año litúrgico --
El “ciclo litúrgico posee una peculiar eficacia sacramental, ya que Cristo mismo es el que en sus misterios…continúa la obra de su inmensa misericordia, de tal modo que los cristianos no sólo conmemoran y meditan los misterios de la Redención, sino que están en contacto y comunión con ellos” (Ceremonial de los Obispos n° 231). En noviembre 2021, en concreto hoy, concluimos el año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo.
Descubrimos que Jesús mismo se declara Rey ante Pilatos en el interrogatorio que le sometió cuando se lo entregaron con la acusación de que había usurpado el título de rey de los judíos: “Soy rey, como tú dices” (Jn18,37), pero “mi reino no es de este mundo” (Jn 18,36). El reino de Jesús nada tiene que ver con los reinos de este mundo. No busca poder ni pretende imponer su autoridad por la fuerza, ni compra voluntades. Él vino a servir y a dar su vida por nosotros.
Toda la existencia de Jesús, desde su encarnación hasta su muerte y resurrección, es la revelación de Dios y de su amor. La Cruz es el “trono” desde donde manifestó su amor. Así, la Cruz se transforma en el “árbol de la Vida” (Ap 22, 2). Lo que era instrumento de muerte se convierte en triunfo. Cristo reina desde el madero de la Cruz, dando su vida, sirviendo, perdonando, reconciliando y amando a los hombres hasta el extremo.
En la cruz, Cristo nos muestra cómo es Dios. En ella reconocemos, de manera clara, el amor sin límites “tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único” (Jn 3,16). Ahí tenemos al Dios identificado con los que sufren, no como espectador de las humillaciones, injusticias y pobrezas, sino sufriéndolas en carne propia. Cristo nos propone la “verdad que hace libres” (cfr. Jn 8,32), como esperanza que abre el futuro de verdadero progreso, como caridad sin límites que todo lo renueva, como vida plena y sin fin.
Vivir el misterio de Jesús tan cerca de nosotros, tejiendo una historia diferente, lo experimentamos en la liturgia a lo largo del año litúrgico. Que la fiesta de Cristo Rey sea confesión viva de fe y que el Señor, Rey de la historia y de todo lo creado, haga de nosotros signo viviente de la presencia de su Reino y sus colaboradores valientes entre nosotros.
P. Adrián Hernández Martínez, Vicario.
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