BOLETÍN DIGITAL No. 455 EL NACIMIENTO DE MARÍA SANTÍSIMA, GARANTÍA DE LA SALVACIÓN

EL NACIMIENTO DE MARÍA SANTÍSIMA, GARANTÍA DE LA SALVACIÓN

-- 8 de septiembre: Natividad de María --

La Iglesia, el 8 de septiembre, nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Madre del Hijo de Dios, celebra el recuerdo de su nacimiento. El día del nacimiento de la Madre hace dirigir nuestros corazones hacia el Hijo: “De ti nació el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, que borrando la maldición, nos trajo la bendición y, triunfando de la muerte, nos dio la vida eterna” (Antífona Benedictus).

Celebrar esta festividad es ante todo una “invitación a la alegría, precisamente porque con el nacimiento de María Santísima, Dios daba al mundo como la garantía concreta de que la salvación era ya inminente” (Homilía de Juan Pablo II, 8 septiembre 1980). Por el fruto del seno de María, la humanidad se salvará. Ya no hay que temer. Sólo basta esperar y contemplar que la Salvación está ya cerca. La Luz, que nace de María, es nuestra salvación.

En algunas personas católicas existe la devoción a “María Niña”. Una devoción que tiene raíces bíblicas, pues ella se convierte en punto de convergencia y de llegada de un conjunto de promesas divinas, que resonaban en el corazón mismo de la historia. Esa Niña, que nace del amor de sus padres (la tradición les da el nombre de Joaquín y Ana), todavía pequeña y frágil, es la “Mujer” del primer anuncio de la redención futura, como se lee: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya: ella te herirá la cabeza, pero tú sólo herirás su talón”. (Gén 3,15). Precisamente esta “Niña” es la “Virgen” es la misma que dará a luz al descendiente de David, en la ciudad real de Belén, quién será Señor de Israel (cf. Miq 5,1).

Esta vocación tan particular y única de María, se debe a una llamada única de predestinación de parte de la Trinidad. Dios la ha predestinado a estar íntimamente asociada a la vida y a la obra de su Hijo unigénito. Por esto la ha santificado, de manera admirable y singular, desde el primer momento de su concepción, haciéndola “llena de gracia” (cf. Lc 1, 28). 

Por tanto, toda la Iglesia debe alegrarse hoy por la celebrar la Natividad de María Santísima, que es esa “puerta virginal y divina, por la cual y a través de la cual Dios, que está por encima de todas las cosas, hizo su entrada en la tierra corporalmente... Hoy brotó un vástago del tronco de Jesé, del que nacerá al mundo una Flor sustancialmente unida a la divinidad” (San Juan Damasceno, Homilía sobre la Natividad de María).

P. Adrián Hernández Martínez, Vicario.


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