BOLETÍN DIGITAL No. 451 MARÍA, PUERTA DEL CIELO
MARÍA, PUERTA DEL CIELO
-- Rumbo a la fiesta patronal --
Encontramos puertas en nuestras casas, en los lugares de estudio y trabajo, que tienen como función conducirnos a un lugar deseado. Una de las letanías que le decimos a la Virgen María cuando meditamos el Rosario es “Puerta del cielo”. Ya en la proximidad de nuestra fiesta patronal, reflexionamos en María, asunta al cielo, como meta de nuestra vida terrena, ella nos espera como una madre recibe a sus hijos cuando vuelven a casa.
“Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará” (Jn10,9). Es Jesús, el Buen Pastor, que invita a acceder a los bienes de la salvación por la puerta que es Él mismo en persona y no por otras mediaciones: “Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos” (Jn 10,8). El Padre ha hecho, en su bondad, a Jesús Puerta de salvación y de vida eterna; en Jesús se nos abren las puertas de la Jerusalén celeste.
Ya desde la edad llamada de los santos Padres de la Iglesia, la metáfora de la “puerta”, se aplica a la Santísima Virgen para ilustrar su función de nueva Eva, su maternidad virginal, o su intercesión suplicante en favor de los fieles. Es la nueva Eva que con su humildad y su fe vence la soberbia y la incredulidad de la primera mujer, abriendo lo que ella había cerrado (Cf. Misas de la Virgen María, Puerta del Cielo, Liturgia católica divino tesoro).
Por su maternidad virginal, María es “Puerta luminosa de la vida”, por la que apareció la salvación del mundo, Jesucristo, nuestro Señor; “Puerta luminosa del cielo”, por quien apareció Cristo, luz del mundo. Es Virgen suplicante, ya que la Iglesia no duda de que, por intercesión de la Virgen María, de quien recibimos al Salvador del mundo, descenderán sobre nosotros los dones de su gracia y se nos abrirán las puertas del cielo.
La fiesta de la Asunción de María es de consuelo y esperanza porque es una llamada a levantar la mirada, especialmente para los afligidos por la tristeza. Miremos hacia el cielo que está abierto, María no infunde miedo, no está distante y nos espera con amor y alegría. Pero, hay que mantener las lámparas encendidas, para que cuando se abra la puerta, entremos al banquete nupcial. Cada vez que meditamos el Rosario damos un paso a la meta de la vida.
Cleotilde Hernández Antonia y Rosalba Pérez del Ángel, Coordinadores de Dinámica Matrimonial.
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