BOLETÍN DIGITAL No. 444 “DE LAS TINIEBLAS A SU LUZ ADMIRABLE” (I Pe 2, 9)
“DE LAS TINIEBLAS A SU LUZ ADMIRABLE” (I Pe 2, 9)
-- El catecumenado: el descubrimiento de Jesús --
Se va acercando la fecha de la celebración de los sacramentos de iniciación cristiana de adultos. En efecto, el 26 de junio estaremos compartiendo la alegría de aquellas personas que, después de un largo proceso no exento de dificultades (entre ellas la pandemia), pondrán los fundamentos sobre los cuales estarán construyendo su vida cristiana: “renacidos en el Bautismo, se fortalecen con la Confirmación, y son alimentados en la Eucaristía” (Dir. 70).
Anteriormente se había mencionado lo pascual como uno de los elementos esenciales del catecumenado. Ahora agregamos lo iniciático: “El catecumenado es una iniciación a la fe que lleva al descubrimiento del misterio de Cristo y de la Iglesia, ayudando a cada persona a iniciar, en la comunidad, su propio camino de respuesta a Dios” (Directorio no. 64 b). Dos aspectos se resaltan: el descubrimiento de Jesús y una respuesta personal.
Sobre el descubrimiento del misterio de Cristo, se cuenta la historia de un pintor de origen suizo que su búsqueda religiosa lo llevó a adherirse al budismo y al hinduismo que cuando escuchó de Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,6), se obsesionó, cayó en tierra, perdió el conocimiento, se sintió en un amor sin límite y, cuando recobró el conocimiento, había renacido. El encuentro con Jesús cambia la vida.
Otro caso es el de Tertuliano (Padre de la Iglesia, 160-220 d.C.), que recordaba su conversión, a los 40 años, como un salir del gran útero oscuro de la ignorancia, sobresaltándose a la luz de la verdad. Era el repentino y estupefacto abrir los ojos a la luz, una apertura de un mundo nuevo (cfr. Cantalamessa, La fe que vence al mundo, pág. 15. 27-28). Es lo que expresa la I carta de Pedro: “aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (2, 9).
Pero también el catecumenado debe ayudar a que cada persona inicie su propia respuesta a Dios. La fe es un camino personal que cada uno tiene que recorrer. Habría que preguntarse: ¿en quién creo, en Dios o en los que me hablan de él? Desde fuera solo nos pueden acompañar en la fe, pero cada quien tiene que abrirse confiadamente a Dios. Hay que estar a la escucha de Jesús, aprendiendo a vivir con plenitud y libertad. Es lo que deseamos a los catecúmenos.
P. Florentino Lucas Valdez, Párroco.
Comentarios
Publicar un comentario