BOLETÍN DIGITAL NO. 419 LAS MADRES, ANTÍDOTO ANTE NUESTRAS TENDENCIAS EGOÍSTAS

LAS MADRES, ANTÍDOTO ANTE NUESTRAS TENDENCIAS EGOÍSTAS

--1ro. de enero: Santa María, Madre de Dios--

A lo largo de la historia de la humanidad descubrimos como Dios nos ha hablado y sigue hablando a través de mujeres y hombres. Pero no hay momento más gozoso que la concepción de Jesús en el seno maternal de María. El “hágase o fiat” (cfr. Lc 1,38) es el momento culmen de la historia de la humanidad.

La maternidad de María ilumina no solamente a las mujeres, sino a todos y cada uno de los seres humanos que hemos nacido a través de una mujer. Jesús quiso tener una madre, ser arrullado, ser besado  y corregido por una madre. La Virgen María, nos da el calor materno, ese que nos cobija en medio de la dificultad; el calor materno que permite que nada ni nadie apague en el seno de la Iglesia la ternura inaugurada por su Hijo. 

Donde hay madre, hay ternura. “Y María con su maternidad nos muestra que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, nos enseña que no es necesario maltratar a otros para sentirse importantes. Las madres son el antídoto más fuerte ante nuestras tendencias individualistas y egoístas, ante nuestros encierros y apatías. Una sociedad sin madres no sería solamente una sociedad fría sino una sociedad que ha perdido el corazón”. (Papa Francisco, 1 de enero de 2017, solemnidad de la maternidad de María).

Hemos de aprender de aquellas madres que, teniendo a sus hijos presos, o postrados en la cama de un hospital, o sometidos por la esclavitud de la droga, no se dan por vencidas y siguen peleando para darles a ellos lo mejor. Madres que dejan literalmente la vida para que ninguno de sus hijos se pierda. 

Celebrar la maternidad divina de nuestra Madre del Cielo, puede ayudarnos a captar ese rol esencial que solamente las mujeres pueden realizar. Elevemos una oración por todas las madres del mundo, también por aquellas que quieren serlo, por aquellas que a pesar de la adversidad deciden decir sí a la vida y convertirse en madres en un acto generoso y valiente, por aquellas que tal vez no debieron ser madres pero que tienen esa gran responsabilidad, por aquellas que todos los días visitan a sus hijas e hijos enfermos o en la cárcel, por aquellas que sufren la angustia día a día por la desaparición de sus hijas e hijos. Como cristianos, fijemos nuestra mirada en la Virgen María, Madre de la Esperanza.

P. Adrián Hernández Martínez, Vicario.


Comentarios

Entradas populares