BOLETÍN DIGITAL No. 417 “NO HABÍA LUGAR PARA ELLOS” (Lc 2,7)

“NO HABÍA LUGAR PARA ELLOS” (Lc 2,7)

--Las posadas, ¿tiene Dios espacio en mi vida?--

A partir de este miércoles 16 de diciembre estaremos entrando a la recta final del Adviento, tiempo fuerte de preparación a la Navidad, con algo que en México llamamos “Las posadas”, pero ahora lo haremos en medio de la pandemia: sin pasear a los peregrinos José y María por las calles, sin juntarnos con los vecinos para compartir el ponche, los dulces, las piñatas y la cena, como lo hacíamos anteriormente. No hay que relajarnos en las medidas preventivas.

Las posadas nos recuerdan lo que le pasó a la Virgen María y a san José previo al nacimiento de niño Jesús, habiendo acudido a Belén a inscribirse para cumplir con el censo que el emperador había ordenado, allí María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la habitación” (Lc 2,7). Esto último es sorprendente, no encontraron posada y se refugiaron en una cueva, fuera del pueblo.   

San Juan lo dice de otra manera: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Por lo tanto, las posadas nos recuerdan que Dios vino a un mundo que no quiso recibirlo. Este es el drama nuestro: recibir a Dios en nuestra vida o rechazarlo, abrirnos a su proyecto de salvación y plenitud o encerrarnos en nuestra autosuficiencia. Hoy tampoco Dios parece tener sitio porque falta solidaridad, hospitalidad y sobra egoísmo e indiferencia.

Hay dos maneras de celebrar las posadas: la primera será participando de la misa a través de una “octava”, del 17 al 24 de diciembre, ocho días que nos conducirán al 25 de diciembre; será la oportunidad para que, a la luz de la Palabra de Dios proclamada, descubramos cómo el “Emmanuel”, Dios con nosotros, fue preparando su estancia definitiva en medio de nuestra sorpresa y contemplación; la participación en misa será siguiendo los controles sanitarios.

La segunda manera será las posadas en nuestras familias. Será también la oportunidad de darnos cuenta si en la familia Dios tiene su habitación allí donde están las nuestras, ocasión de abrir nuestras ventanas para que entre la luz de la fe, la esperanza y la caridad porque ya son varios meses que la oscuridad de la pandemia ha invadido nuestras hogares. Las tradiciones pueden esperar, es preferible cuidar el don más preciado: la vida.

P. Florentino Lucas Valdez, Párroco.

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