BOLETÍN NO. 411 UN RESPIRO FRENTE A LA PANDEMIA
UN RESPIRO FRENTE A LA PANDEMIA
-El Día de Muertos-
Muchas personas no han podido velar a sus familiares fallecidos por culpa de la pandemia. No hubo velorio, solo rosarios y quizás misas presenciales o virtuales. Sin embargo, la tristeza seguramente queda atrás cuando los miembros de la familia colocan con alegría el altar del Día de Muertos, donde no puede falta la foto del (a), difunto (a), flores coloridas de cempasúchil, papel picado y la ofrenda (tamales, bebidas, frutas, dulces etc…).
Será una conmemoración atípica, pues la mayoría de cementerios estarán cerrados por la epidemia que se ha cobrado más de 90 mil vidas en el país, el cuarto más enlutado del mundo. Según la creencia, el Día de Muertos, las ánimas regresan a casa para convivir con sus familiares, que les rinden honores. A lo mejor sea una manera nuestra de expresar el temor a la muerte, porque “el hombre teme la muerte porque ama la vida” como decía Dostoievski.
Este tiempo difícil de angustia e incertidumbre que nos toca vivir es una oportunidad para escuchar la voz de Dios en el silencio, encontrar y darle sentido al sufrimiento desde Jesucristo, quien acepto someterse al sufrimiento humano hasta la muerte de cruz. Pero, a la vez, es necesario descubrir el sentido gozoso de la vida, a pesar de los pesares, como un camino hacia Dios en compañía de los demás, empezando con los propios familiares.
Es también una ocasión para tomar conciencia que nos podemos topar con la misma muerte, ¿estamos preparados? San Pablo decía: “Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia” (Fip 1,20). Para el apóstol, la muerte es un momento de felicidad, alegría, de encuentro definitivo con Jesús; la muerte no rompe la camaradería divina, sino que la continúa y acentúa. A este nivel de fe, vivir o morir es lo de menos. ¿Miramos así nuestra propia muerte?
Los que seguimos vivos somos la Iglesia militante que hace oración por sus difuntos (la Iglesia purgante), sobre todo en la misa, convicción que llevó a santa Mónica a pedir a sus hijos (entre ellos a san Agustín) antes de morir: “Sepulten este cuerpo en cualquier lugar: esto no los ha de preocupar en absoluto; lo único que les pido es que se acuerden de mi ante el altar del Señor”. Pidamos en misa por los difuntos y así sean parte de la Iglesia triunfante.
P. Florentino Lucas Valdez, Párroco.
Excelente reflexión Padre, tan cierta. Gracias por iluminar nuestras neblinas espirituales
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